Tomar decisiones financieras no es pan comido, todo lo contrario, es complicado y hay que estar muy informado de todo lo que sucede en el mercado. Los precios cambian y tus planes tienen que ir ajustándose poco a poco, a medida que todo toma un nuevo rumbo. Hay una serie de factores que nos confunden y que hacen que nos perdamos cuando hablamos de nuestra economía.
Respondemos con nuestras emociones. Nuestras reacciones y acciones a niveles de dinero responden completamente a lo que sentimos en el momento. Son decisiones del estómago. Hacemos muchas compras, a veces innecesarias, por impulso, porque en ese momento creemos que es una necesidad vital, que es algo de vida o muerte.
Criticamos la economía del otro. Constantemente criticamos las decisiones y compras de otras personas. Creemos que lo que es esencial para nosotros debe serlo para los demás y no es así, todo lo contrario.
Cambiamos de prioridades. Lo que ayer era indispensable, hoy ya no vale nada… Y así vamos. Tenemos que tener el hábito de hacer un plan estructurado con unas metas específicas y unos objetivos que no cambien, que sean lo suficientemente fuertes e importantes para poder dedicarnos a ellos.
Lo urgente y lo importante. Deja tus metas donde están y pide un minicrédito para resolver los problemas que salen de imprevisto. No toques tus ahorros, sino que usa este préstamo para salir de las emergencias.
Elige acciones que vayan a mejorar tu plan financiero y que le aporten a tu estilo de vida. Aquello que no lo haga, descártalo. Trata de controlar tus impulsos y pégate al plan económico que tienes planteado. Gasta menos de lo que ganas, ten un plan para tus ingresos, trata de ganar un dinero extra con algo que te gusta, ahorra, pide microcréditos, y si puedes, invierte tu dinero cuando salgas de deudas.